Aterricé

Volver a la realidad; a ser una estudiante pechadora, abusadora del sueldo de jubilado de su padre y una consumista casi inconsciente que le gusta tener de todo pero no puede adquirirlo fácilmente.

Ha pasado un mes desde que dejé mi práctica, un mes que llevo de vaga, y sé que no hay ningún otro calificativo que describa tan bien mi vuelta a la casa. Me despierto todos los días a las 13 horas, el almuerzo está listo, para no aburrirme lavo la loza y luego, de vuelta a la cama a ver tele y a naufragar por el ciber espacio.

India, Twitter, Acuarela del Amor, Facebook, Mi conejo Hugo, Bejeweled, los Simpsons, Peggle Deluxe Night y suma y sigue. Pasan las horas y ya son las 6. “¿Mamá, tengo que ir al pan?”, “No tu papá lo va a traer”… De vuelta a la cama… MSN, Sebastián, Martín Rivas, Noticias.

Lo extraño: no he subido de peso, debe ser porque ahora, a pesar que como más, es la rica “comida de verdad”, la comida que prepara mami y que es libre de todo: de sal, de aceite, de calorías y, a veces, hasta sin sabor. Pero eso es lo de menos, los viejos se cuidan de la diabetes y la hipertensión, por eso hay que apañarlos ¡a morir! (como diría un tan Américo).

Lo bueno, tengo más tiempo para mí, de hecho, muuucho más tiempo para mí, volvieron mis tratamientos faciales, mis horas frente al espejo sacando impurezas, mis egocéntricas sesiones fotográficas y muchas cosas más.

También tengo más tiempo para mi madre, ¡obvio mi madre!, pero más que nada sus servilletas. Ahora no puede negar que soy el bastón de su vejez, es más, soy eso y su traductora e intérprete, su profesora de computación, la administradora de sus sitios y la fotógrafa oficial de su colección.

Mis amigos: lo mejor, salir con ellos a carretiar los martes, miércoles, jueves, descansar el viernes y volver a salir el sábado. Eso no tiene precio. Que te vengan a ver aunque sea media hora y que te sigas enterando de cosas que pasaron en el colegio y que nunca supiste, que en esa media hora te ríes y además, se arma el carrete para el fin de semana, eso es notable.

Mis días más ajetreados son cuando mi madre me manda al centro. Al supermercado, a la tienda de mascotas a comprar comida de peces y la del conejo, al pan. ¡Uf!, eso sí que cansa, ver a tanta gente, ¡tantos cambios en mi ciudad!

Eso me sorprende, en 6 meses lograron cambiar completamente la imagen de Villa Alemana, 20 años viviendo acá y nunca me había gustado tanto mi ciudad. Con una linda plaza, la cantidad de “flaites” ha disminuido, más locales comerciales, “ashí esh”, me gusta.

También, noté el incremento de personas con enfermedades psiquiátricas. “Algo tiene el agua”, decía mi querido amigo Burro, pero estoy segura que la respuesta más idónea saldría si investigara sobre qué pasa con los sanatorios que ya no dan abasto.

En fin… la vida de estudiante vaga o “tesista relajada” (pa’ que suene más piola) es buena, me gusta estar tranquila, pero ya aburre, creo que ahora me cayó la teja y me di cuenta que “maduré”. Sólo quiero trabajar y mandarme a cambiar, pero volver para disfrutar de la tranquilidad de mi hogar.

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