Daniel Labbe, pescador de la Caleta Portales:
“En la caleta hasta que me muera”
Comentan que sus vidas fueron hechas para dedicarlas al mar, pero no sabían que las cosas iban a tornarse delicadas y que sus recursos iban a ser extraídos por grandes industrias mediante la pesca de arrastre.
No tiene manos para otra cosa que no sea la pesca, en tierra firme se sienten inseguros, su vida la deben al mar y éste, brinda parte de sus recursos a ellos. Un trabajo al que se han entregado desde que nacieron, pero hoy el mar les juega una mala pasada.
La vida era diferente hace cuatro años atrás, los pescadores de la Caleta Portales en Valparaíso sentían seguridad en su trabajo, lo veían estable y gracias a ello, ganaban dinero relativamente decente. Años más tarde, la situación ha cambiado, las grandes industrias con sus enormes embarcaciones pesqueras han arrasado con gran parte de recursos que pertenecen a los pequeños botes de los pescadores artesanales
En los rostros de los pescadores artesanales ya no hay sonrisas, sus miradas reflejan una angustia que no pueden ocultar. Sienten impotencia por no poder llevar un plato de comida a sus casas o no poder darles a sus hijos el regalo que ellos quieren.
En Portales, a eso de la una de la tarde, el olor a comida comienza a revolver los estómagos de los más de 800 trabajadores que se encuentran en la caleta. El olor proviene de una olla común que han organizado la cual se sustenta muchas veces por donaciones entregadas por la iglesia y por universidades de ala región.
Después de ese anhelado plato de comida, cada trabajador vuelve a sus puestos a seguir con la rutina y esperar a que las cosas apacigüen. Los vendedores, con sus pulmones llenos de esperanza, gritan ansiosos “¡¡¡a mil la merluza, a mil la merluza!!!”, pero no hay respuestas, es como si nadie los escuchara.
Son más de 13 los puestos en donde se venden los productos del mar. Más de 13 familias que buscan soluciones al problema monetario por el que están pasando. Además, el tener un puesto en dónde vender sus productos es mucho más caro que vender directamente del bote, ya que implica el arriendo del local, necesitan luz, agua potable y electricidad para mantener los mariscos congelados y en buen estado.
A ellos se les suman las familias de los limpiadores, encargados de limpiar los peces que traen los botes, previos a su venta. Estos, si bien ganan mucho menos que los vendedores, necesitan un sueldo digno para vivir. “con $130.000 nadie puede vivir” Cuenta Daniel Labbe, pescador y tripulante de “La Virginita”.
Otro es el caso de los encarnadotes, ya que estos son los encargados de limpiar todas las redes que están usadas, si se desarman, volver a armarlas y todo eso por una mínima cantidad de dinero.
Miles de bolsas negras ornamentan la entrada de la caleta, las gaviotas se transforman en las peores enemigas de los pescadores, los hijos de los trabajadores – de no más de 10 años - juegan con las sobras de los peces. El olor típico de la caleta se transforma en un desagradable y molesto olor a pesimismo y muerte.
Esta muerte que poco a poco han ido creando las grandes industrias que trabajan con amplias embarcaciones que realizan pesca de arrastre, dejando sin recursos a los pescadores. Este es uno de los temas que buscan solucionar los pescadores. “Los de arrastre se han llevado todo, por eso queremos un receso de 4 años para que por lo menos crezca la merluza, ya que la que nosotros extraemos es del tamaño de un lápiz”, explica Jorge Pérez Aballay, presidente de la comisión de rescate de la caleta Portales.
Gran parte de los 800 trabajadores de la caleta llevan más de cincuenta años trabajando en el mar, son descendientes de pescadores quienes le entregaron todos los conocimientos necesarios para conocer al mar. Nacieron para la pesca y no se ven haciendo otro tipo de trabajos. “A nuestra edad no podemos hacer nada, ¿quién nos va a dar pega?” reclamaba Daniel Labbe, quien agregaba que viviría en la caleta hasta que la muerte se lo llevara.
Hay casos lamentables de pérdida de pescadores en la mar, todo esto a causa de la pesca de jibia, ya que ésta se concentra mar adentro, poniendo en riesgo la vida del pescador quien sale a las cuatro de la madrugada en busca de algún recurso que entregue el gran océano.
En la caleta tienen su segundo hogar, cuentan con 136 bodegas en dónde pueden guardar sus elementos de trabajo, los que poco a poco se han ido oxidando porque el usarlos implicaría más gastos y no hay dinero para estar reparando motores, lanchas o bien redes para pescar.
Muchos de los pescadores no han recibido sueldo desde por lo menos cuatro meses, debido a esto, han recurrido a diferentes métodos de trabajo para generar reuniones con el intendente, con el subsecretario de pesca, hasta con la misma Presidenta Bachelet, quien después de un largo tiempo, decidió ayudar a los pescadores de la quinta región para palear sus problemas monetarios, pero aún no se han visto las soluciones.
Es importante destacar que la pérdida de recursos marinos ha ido creciendo cada vez más a causa de los extranjeros, quienes compran los mejores productos chilenos a empresas privadas que trabajan en la extracción de peces y mariscos a lo largo de la costa chilena, dejando sin mercancía a la gran parte de los pescadores artesanales de la quinta región y de todo el país en general.
“En la caleta hasta que me muera”
Comentan que sus vidas fueron hechas para dedicarlas al mar, pero no sabían que las cosas iban a tornarse delicadas y que sus recursos iban a ser extraídos por grandes industrias mediante la pesca de arrastre.
No tiene manos para otra cosa que no sea la pesca, en tierra firme se sienten inseguros, su vida la deben al mar y éste, brinda parte de sus recursos a ellos. Un trabajo al que se han entregado desde que nacieron, pero hoy el mar les juega una mala pasada.
La vida era diferente hace cuatro años atrás, los pescadores de la Caleta Portales en Valparaíso sentían seguridad en su trabajo, lo veían estable y gracias a ello, ganaban dinero relativamente decente. Años más tarde, la situación ha cambiado, las grandes industrias con sus enormes embarcaciones pesqueras han arrasado con gran parte de recursos que pertenecen a los pequeños botes de los pescadores artesanales
En los rostros de los pescadores artesanales ya no hay sonrisas, sus miradas reflejan una angustia que no pueden ocultar. Sienten impotencia por no poder llevar un plato de comida a sus casas o no poder darles a sus hijos el regalo que ellos quieren.
En Portales, a eso de la una de la tarde, el olor a comida comienza a revolver los estómagos de los más de 800 trabajadores que se encuentran en la caleta. El olor proviene de una olla común que han organizado la cual se sustenta muchas veces por donaciones entregadas por la iglesia y por universidades de ala región.
Después de ese anhelado plato de comida, cada trabajador vuelve a sus puestos a seguir con la rutina y esperar a que las cosas apacigüen. Los vendedores, con sus pulmones llenos de esperanza, gritan ansiosos “¡¡¡a mil la merluza, a mil la merluza!!!”, pero no hay respuestas, es como si nadie los escuchara.
Son más de 13 los puestos en donde se venden los productos del mar. Más de 13 familias que buscan soluciones al problema monetario por el que están pasando. Además, el tener un puesto en dónde vender sus productos es mucho más caro que vender directamente del bote, ya que implica el arriendo del local, necesitan luz, agua potable y electricidad para mantener los mariscos congelados y en buen estado.
A ellos se les suman las familias de los limpiadores, encargados de limpiar los peces que traen los botes, previos a su venta. Estos, si bien ganan mucho menos que los vendedores, necesitan un sueldo digno para vivir. “con $130.000 nadie puede vivir” Cuenta Daniel Labbe, pescador y tripulante de “La Virginita”.
Otro es el caso de los encarnadotes, ya que estos son los encargados de limpiar todas las redes que están usadas, si se desarman, volver a armarlas y todo eso por una mínima cantidad de dinero.
Miles de bolsas negras ornamentan la entrada de la caleta, las gaviotas se transforman en las peores enemigas de los pescadores, los hijos de los trabajadores – de no más de 10 años - juegan con las sobras de los peces. El olor típico de la caleta se transforma en un desagradable y molesto olor a pesimismo y muerte.
Esta muerte que poco a poco han ido creando las grandes industrias que trabajan con amplias embarcaciones que realizan pesca de arrastre, dejando sin recursos a los pescadores. Este es uno de los temas que buscan solucionar los pescadores. “Los de arrastre se han llevado todo, por eso queremos un receso de 4 años para que por lo menos crezca la merluza, ya que la que nosotros extraemos es del tamaño de un lápiz”, explica Jorge Pérez Aballay, presidente de la comisión de rescate de la caleta Portales.
Gran parte de los 800 trabajadores de la caleta llevan más de cincuenta años trabajando en el mar, son descendientes de pescadores quienes le entregaron todos los conocimientos necesarios para conocer al mar. Nacieron para la pesca y no se ven haciendo otro tipo de trabajos. “A nuestra edad no podemos hacer nada, ¿quién nos va a dar pega?” reclamaba Daniel Labbe, quien agregaba que viviría en la caleta hasta que la muerte se lo llevara.
Hay casos lamentables de pérdida de pescadores en la mar, todo esto a causa de la pesca de jibia, ya que ésta se concentra mar adentro, poniendo en riesgo la vida del pescador quien sale a las cuatro de la madrugada en busca de algún recurso que entregue el gran océano.
En la caleta tienen su segundo hogar, cuentan con 136 bodegas en dónde pueden guardar sus elementos de trabajo, los que poco a poco se han ido oxidando porque el usarlos implicaría más gastos y no hay dinero para estar reparando motores, lanchas o bien redes para pescar.
Muchos de los pescadores no han recibido sueldo desde por lo menos cuatro meses, debido a esto, han recurrido a diferentes métodos de trabajo para generar reuniones con el intendente, con el subsecretario de pesca, hasta con la misma Presidenta Bachelet, quien después de un largo tiempo, decidió ayudar a los pescadores de la quinta región para palear sus problemas monetarios, pero aún no se han visto las soluciones.
Es importante destacar que la pérdida de recursos marinos ha ido creciendo cada vez más a causa de los extranjeros, quienes compran los mejores productos chilenos a empresas privadas que trabajan en la extracción de peces y mariscos a lo largo de la costa chilena, dejando sin mercancía a la gran parte de los pescadores artesanales de la quinta región y de todo el país en general.